Pues
sí que hacía calor. Bastante calor. Es lo primero que nos dijimos cuando nos
encontramos en la puerta del Colegio “José Moreno Villa”. Esto y que
esperábamos que las actividades no
fueran realizadas en el patio. Vimos cómo se acercaba el grupo de niños – más
de cincuenta – con los monitores y recalcamos la imposibilidad de hacer las
actividades en el patio, entre sonrisas y preocupación. Aliviados nos quedamos
en el momento que nos hicieron pasar dentro del colegio y nos colocaron en una
sala… pero, la única ventilación eran las ventanas. Y no entraba el fresco
precisamente. Es el momento de mirar alrededor, buscar cualquier artilugio que
haga las veces de máquina de crear viento. Veo a todos nosotros con papeles,
algún cartón y el más previsor, con un abanico. Bien por él. La incomodidad se
hacía cada vez más insoportable y lo único que podían hacer nuestros artilugios
es remover el aire caliente y hacer que sudáramos más por el, en otras
circunstancias, pequeño ejercicio de mover el brazo. Ese calor no me dejaba
atender a los monitores que estaban diciéndole algo a los niños, cuando de
repente escucho a un niño preguntar, y estas personas quiénes son. A ver, yo
preocupado por el calor reinante y los niños preocupados por nuestra
identificación.
Eso
me hizo reflexionar en las prioridades que teníamos cada uno. Yo, sí, lo
confieso, quería que fuera corta esta jornada y los niños lo que necesitaban y
requerían era pasar un buen rato. Los veía; y claro que estaban sudando, claro
que tenían calor. Pero ellos no se centraban en este conflicto ambiental y sólo
pensaban en tener un rato entretenido. Pensé en cómo los adultos podemos llegar
a intoxicar los pensamientos y sentimientos de los infantes, cómo podemos coaccionar
sus movimientos con cualquiera de nuestras acciones. Si en ese momento dos de
nosotros exclamamos en voz alta que hacía mucho calor, seguro que hubiera
empezado un efecto dominó con los niños. Recapacité en cómo tenemos el poder de
hacer que los niños sean buenas personas. Que tengan una buena base. Ellos son
“tabula rasa” y nosotros tenemos la responsabilidad de hacer que esa “tabula”
contenga buenos principios y sentimientos.
Un compañero Dinamizador en pleno taller. |
Olivia y Rubén, en un momento de su conversación. |
Asociación Arrabal. Encantadora y con grandes dotes de comunicación. Te hace sentir cómodo y no tiene ninguna reserva en hablar de sus proyectos, parecía que éramos dos amigos sentados en la terraza de un bar tomando algo fresquito. Me gustó esa cercanía. Dentro de esa conversación salió la manida y, creíamos, desusada frase “no le des pescado, dale la caña…”. Este parecía el caballo de batalla de la Asociación Arrabal, no caer en esa trampa otra vez en esta época de crisis. Lo que más me impactó es la confianza que tiene en ella y en su grupo de trabajo. Son más de cuarenta trabajadores para ese menester. Pero es que además predican con el ejemplo, no son sólo simples intermediarios de cheques, si no que los emplean en el bien de una comunidad, lo utilizan para una “rehabilitación integral” de la familia. Además de reeducar a los niños, tienen talleres para los padres o núcleo familiar. Es una necesidad básica, toda la familia debe de ser conducida hacia una dirección. Me comentó que al principio fue difícil, pero que ahora, esa forma de trabajar está siendo más que satisfactoria. La Asociación Arrabal se dedica a esto y también a la reinserción social y laboral a grupos de alto riesgo de exclusión. Por desgracia, como le comenté de forma jocosa, en estos tiempos no os vais a aburrir. Hacen un gran esfuerzo para que las personas que integran estos grupos, tengan una oportunidad de conseguir trabajo, que la sociedad los vea como personas útiles. Debe de ser un trabajo bastante angustioso, pero con final feliz. Ya me comentó Olivia que te crea una gran satisfacción encontrarte con personas que has trabajado con ellas desde niño y que ahora
“Rehabilitación
integral”… me impresionó este eufemismo. Utilizó otros como usuarios,
objetivos, rendimiento, productividad, etc. Entonces, no sé si estoy hablando
con una directiva de una gran superficie de comercio o con una vicepresidenta
de una ONG. En ese momento no comprendía por qué trataba así el tema y casi me
enfadé con ella por dentro por encauzar la conversación por esos derroteros.
¿Objetivos? ¿Cómo me puede hablar ella de objetivos, resultados…? Sin embargo
en la última pregunta que le hice y la contestación que me dio, tuve la
sensación de entenderlo todo. Entendí que bendita las miras de esta asociación
si los objetivos y la productividad son las mejoras de las personas, bendito
llamarle usuario a las personas necesitadas. Que el beneficio anual sea la
reinserción laboral y social de personas. Me encantaría que todas las empresas les
pidieran mayor rendimiento
a sus trabajadores para que la sociedad sea mejor. ¿Qué cuál fue la pregunta y su respuesta? Esto es. Entonces Olivia ¿Por qué estás trabajando en esta asociación?... Joder, ¿qué no lo sabes? Por las personas, ¡creo en las personas! Y me lo dijo con la sonrisa y la cara de mayor confianza y esperanza que he visto hasta hoy. Creer en las personas siempre es una apuesta ganadora.
Rubén González