Aquellos que dicen que algo no puede hacerse suelen ser interrumpidos por otros que lo están haciendo... Joel A. Barker
Este blog es el órgano de difusión de las actividades desarrolladas por los agentes dinamizadores, así como de la visión que estos pudieran tener de la experiencia que supone serlo. En este último sentido, cualquier opinión expresada se hace a título exclusivamente personal y, por lo tanto, tan solo representa a quien la expresa.

miércoles, 15 de abril de 2015

La Semilla del Todo. El Abrazo.

No hace tanto que me ofrecieron el poder colaborar en una nueva experiencia en la que se embarcaban los ADN a través de la asociación Arrabal. Me hablaron de valores, de semillas, de buena actitud y, no sé, a mí me gustaron todas esas palabras.

Siempre me he movido por impulsos. A veces de forma torpe y otras de forma acertada; pero siempre dejándome llevar por lo que sentía. Y no sé, es algo que, al menos, me ha permitido actuar sin temor a equivocarme, porque ya sea de forma positiva o negativa, he terminado aprendiendo y sintiendo cosas nuevas. Y qué mejor cosa que no morir en la ignorancia. De lo que sea.

Acudí decidida a unas jornadas en la que nos explicaba Sonia todas las expectativas de un nuevo proyecto. Se llamaba “Sembrando Actitud”. Sembrar, bonita palabra. Significa tantas cosas; ilusión, cuidar, nacer, permanecer, interés, sentir… En definitivas cuentas, amor.
Ely Ramírez (derecha) y Sheila.

Sonia González Pachón nos explicó que un grupo de chicos y chicas jóvenes no habían tenido mucha suerte en el ámbito laboral sobre todo por su inexperiencia y que, tal vez, nosotros con el único ofrecimiento que el de contar nuestras experiencias laborales vividas, podríamos servirles de ejemplo. Reconozco que al escuchar la palabra “ejemplo” me asusté, muchísimo ¿Ejemplo? ¿De qué? Yo no me veía ejemplo de nada. Es más, sentía que me habían acompañado errores en mi vida que aún me perseguían ¿Cómo iba a servir yo de ejemplo a unos chicos que igual sin mala intención les estaba induciendo a hacer algo mal? Entonces, al hacerme esa pregunta, caí en la cuenta que sabía de errores y consecuencias y de buenas intenciones y de temores y de miedos. Ahí comprendí que, tal vez, esto de “sembrar actitud” no sólo valía para estos chicos sino que también podía ser muy válido para mí. Tenía miedos. Miedo a equivocarme, miedo a hacer algo mal y que tuviese una mala consecuencia en otros. Comprendí también, que las cosas hechas con buena intención, si fallaban, siempre podían terminar en un “lo siento, de corazón” en un nuevo aprendizaje y que eso, no podía ser nada malo. Era hora de empezar a avanzar. Yo la primera.

Me entregaron una carpeta en la que iba una ficha con un nombre de una chica, Sheila Alba (puaff, debo reconocer que así de entrada ya me gustó el nombre). Semillas a trabajar: la 2 y la 4. Pares, los números pares. Siempre me gustaron, más que los impares. Para cualquiera le puede resultar una tontería, pero empezar algo que te genere lo que se llama “buen rollo” no tiene comparación ni color. Eso es así y todos lo sabemos.
Se había decidido que los miércoles durante mis 25 minutos de bocadillo más 20 minutos que nos ofrecía Limasa, iba a compartir mi tiempo con Sheila. Había llegado el momento de comenzar la obra. El cuadro que Sheila y yo íbamos a pintar juntas con el desconocimiento de ambas de cómo iba a quedar. Y qué gusto, porque no hay nada más emocionante y a la vez enriquecedor que empezar a hacer algo sin saber dónde vas a terminar. Tremendo. 

Miércoles, hora del desayuno. Llegó el día.
Vi una chica joven, muy joven, menuda, tímida, con un rostro muy dulce y una amplia sonrisa. Pensé que nada podía ir mal cuando en la primera carta de presentación te ofrecen una sonrisa y más aún cuando se muestra sincera. Sonrisa es generosidad, buena intención e ilusión. Qué buen comienzo. Me di cuenta que ahí estaba nuestra primera semilla, la que iniciaba todo. Nuestra sonrisa al conocernos.

Sheila y yo durante varias semanas charlamos. Al principio debo reconocer que yo más que ella, pero bueno, poco a poco conseguimos dejar fluir las emociones y dudas para conseguir hallar supuestas soluciones que sólo los días, la vida, le dará respuestas a Sheila. Porque, ¿qué es la vida sino un continuo aprendizaje de lo que queremos conseguir o llegar a ser? No importa la edad, no importa la condición, todos vamos aprendiendo según los días y pobre espíritu de aquel quien piense que ya lo tiene todo por sabido.

Lo que más me impresionó de Sheila fue su ilusión. Tal vez ella ni siquiera reparase en ello, pero yo sí. Tiene ese brillo en la mirada y en la actitud que se refleja en el rostro. Tiene ilusión por ser alguien mejor en esta vida en todos los sentidos y creo que ya con eso es suficiente para emprender un buen camino. Sin ilusión estamos perdidos, sombríos. Necesitamos el aliciente que hará que nuestros días se vuelvan fructíferos y con la motivación necesaria para conseguir ser mejores Principalmente para nosotros mismos. Siento que “Sembrando Actitud” ha conseguido que esa semilla invisible, la ilusión, también ha empezado a germinar en Sheila y estoy segurísima que tendrá sus frutos. Seguro.
Como todo lo bueno, nuestras sesiones se acabaron con la sensación de habernos quedado a la mitad. Cómo cuando se acaba el capítulo de una buena serie y te quedas con cara de “¿Ya está?” Pero bueno, aún nos quedaba despedirnos. Para eso la Asociación Arrabal nos preparó una clausura magnífica, dónde a todos nos reunieron y mostraron lo que había sido nuestro trayecto. El de 11 personas que en iguales circunstancias y misma motivación se veían reconocidas en las mismas emociones y sentimientos. Personas dispuestas todas a “sembrar actitud” en unos días que no son nada favorables para nadie.

Es mucho lo que he pensado sobre todo lo vivido en este proyecto. En lo negativo y en lo positivo y me he preguntado una y mil veces qué me quedo de todo esto y mira que es mucho lo recibido, pero puedo asegurar que nada, pero nada, es remotamente comparable al abrazo que me regaló Sheila al irnos. Un abrazo tierno, pausado, sentido y cálido. De agradecimiento, de los de verdad. De los que ya no se dan por falta de tiempo o timidez del qué pensarán. De esos abrazos que se sienten calor. Y lo que no sé si sabe Sheila, es que en ese abrazo que yo correspondí tan de verdad iba mi ofrecimiento de cogerle la mano cuando el camino que ojalá que no se torne torcido.

Ojalá seamos ambas, qué menos, un bonito recuerdo.


Gracias Sheila.

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