Aquellos que dicen que algo no puede hacerse suelen ser interrumpidos por otros que lo están haciendo... Joel A. Barker
Este blog es el órgano de difusión de las actividades desarrolladas por los agentes dinamizadores, así como de la visión que estos pudieran tener de la experiencia que supone serlo. En este último sentido, cualquier opinión expresada se hace a título exclusivamente personal y, por lo tanto, tan solo representa a quien la expresa.

miércoles, 25 de julio de 2012

LA ASOCIACIÓN COLICHET Y NUESTRA REALIDAD.


Parte de la Hacienda Colichet.

No puedo ser exacto ni certero, pero creo que más o menos cuatro o cinco días antes empecé a preparar mis sentimientos y mi cuerpo para poder acercarme este día a la Hacienda Colichet. Ninguna de las visitas que realizo con las Agentes Dinamizadores la catalogaría como “una visita más”, pero esta precisamente, menos aun. En esos cuatro o cinco días que duró mi preparación, tuve que poner a punto mi armadura y escudo; dejarla reluciente y reforzarla. Cada vez que se acercaba el día, menos seguro me sentía de mí, así que la rehabilitación de mi armadura debía de ser mayor y mejor. La burbuja que estaba creando no era si no para que mi realidad no emergiera y se mezclara con la de la Hacienda Colichet. Estoy asentado a mi realidad y a nadie le gusta que se la trastoque, cambie o desfigure. Esa es la sensación que tenía en esos días que guardaba armas: pase lo que pase, mi realidad es mía. 

ADN explicando el por qué de la visita.

Así fue como llegó el día. Al acercarme con el coche, no ayudó su ubicación. Una Hacienda en medio de un descampado, que para encontrarlo casi me pierdo, si no llega a ser por la ayuda de un amigo no la encuentro… maldito amigo, pensé en ese momento. Este amigo me acercó hasta la misma puerta, pues era el ADN encargado de realizar el taller de reciclaje. Se abre, la puerta digo.

Me di cuenta en el momento que la puerta se abrió completamente que no era un escudo lo que construí, si no una barrera; una estúpida barrera que estaba hecha de arenisca y creíame que la hice de hormigón. La claridad que emanaba de la puerta no era de los ventanales. Eran de los ojos y las sonrisas de los allí presentes y esto fue lo que destruyó por completo la miserable barrera. Toda la energía que estaba recibiendo se me representó en un par de besos que me encasquetó una usuaria de la asociación. El vello se me erizó y sólo pude agradecer a mi amigo, a la puerta, a las sonrisas y a los ojos haber entrado en la Hacienda. Me sentí imbécil por haber desaprovechado esos cuatro o cinco días en intentar construir una barrera defensiva. Debía de haberlos aprovechado para prepararme positivamente y no empezar la visita con esa negatividad y aprensión. Me solté y, como mis compañeros, estaba dispuesto a conocer a la Asociación sin tapujos ni vendas.

ADN impartiendo el taller de reciclaje.
Mientras Pepe Suvires realizó otro magistral taller de reciclaje con los usuarios de la Hacienda, por falta de tiempo, Carmen Gómez, Víctor Fernández y yo mismo estuvimos dando un paseo con Joseba, que es el monitor socio – cultural de la asociación por los jardines y dependencias de la Casa. Nos empezó explicando que esta Asociación, en parte está financiada por Cáritas y en parte por fondos públicos, donde como máximo, pueden atender a trece personas. Mientras nos hablaba, sólo podía pensar en el positivismo casi extremo que desprendía: tanto por la forma de hablar como de gesticular. Nos estuvo comentando cómo y por qué llegan los usuarios a la asociación; son enviados desde la sanidad pública o directamente recogidos de la calle en un estado bastante deplorable. ¿Cómo se puede llegar a esta situación? ¿Cómo es posible que se puedan tratar a personas así? Y no me puedo imaginar el estado de entrada, puesto que los veo felices, con buena cara, aseados y animosos. Creo a Joseba y cada vez estoy más receptivo. También nos cuenta las actividades diarias que realizan y, la verdad, es un no parar. Eso nos lo explica muy bien. Son personas que deben de estar en constante movimiento para que no decaigan en su ánimo y se acuerden lo menos posible el por qué de su estancia allí. También intentan salir lo más posible a la calle, al teatro, al cine o al bar de al lado a tomarse algo sin los monitores, para que se sientan que no están atrapados. Lamentablemente son personas poco visitadas, bueno, nada visitadas y esto es lo que pueden llevar peor. Por eso nos hace un llamamiento. A saber. Se necesitan voluntarios para hacer compañía, para dar paseos y para ayudar a mover las sillas de ruedas y poco más. Todas las demás tareas están cubiertas por personal laboral, pero sí que se necesitan voluntarios para la compañía. Nos hace saber, que ha habido casos, que con el tiempo se hacen amigos. En ese momento nos interrumpe la besadora – que besó a todos, no fui el único, pero sí el primero – con la bolsa de papel que había hecho en el taller de reciclaje, con esa satisfacción de haber hecho un buen trabajo. (Por cierto, este taller donde se realizaban bolsas de papel fue una primicia. Seguro que lo integran en los demás talleres.) Joseba nos mira y nos dice, ¿lo veis? De esto se trata, de hacer que estas personas estén lo mejor atendidas posibles y sean lo mayormente felices que humanamente podamos. Ya me siento entregado totalmente y observo a mis compañeros y creo que también lo están. Pienso en que no debería de existir estas Asociaciones porque tratan a personas con enfermedades en fase terminal, sólo por eso. Pero sí que agradezco, ya que las enfermedades existen, enormemente su existencia. (sic)

Joseba y ADN´s en un momento de la charla
Al terminar la charla, pasamos otra vez a la sala donde se ha realizado el taller. Vemos que cada uno tiene su bolsa de papel y lo único que les interesa es hacérnoslo ver. Lo bien que se lo han pasado y lo que han podido aprender. Termina la visita y salimos a la calle. Observo otra vez la Hacienda y la veo totalmente cambiada de cómo la vi hora y media antes. Qué claridad, blancura y esperanza desprende. Otra vez tuve esa sensación de idiotismo. Fue una hora y media que me hizo mucho recapacitar. A la vuelta a casa me puse a pensar que o no sería capaz de trabajar con esas personas; pensé en el grado de admiración que tengo con las personas que allí trabajan. Estas sí que son personas necesarias, tanto lo son porque, por ejemplo yo no soy capaz de hacer lo que ellos. Siempre tendrán mi admiración estas asociaciones y personas. Siempre. También pensaba en cómo somos capaces de disociar la realidad. Cómo podemos, sin esfuerzo, apartar un trozo de nuestra realidad, la que sea más molesta. Pues no, no es así. Esta es la misma realidad para todos, queramos o no. La realidad es la misma, lo único que forzamos es la forma de mirarla, de observarla. Nos gusta verla desde lejos, a través del televisor, porque sabemos que en pocos momentos nos bombardearán con cualquier chorrada con la que nos captan la atención y desusaremos lo importante, olvidaremos esa mala conciencia que nos deja y ese regusto amargo; nos quedaremos con las pamplinas y lo chabacano porque no molesta y, además, hasta hay gente que le divierte. No, eso es un teatro que nos venden. La realidad también está incrustada en la Hacienda Colichet y las personas admiradas y admirables que allí trabajan.

Rubén González.

ADN´s con usuarios de la Hacienda Colichet y el resultado
del taller de reciclaje.


Jardines de la Hacienda.







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