Sin
embargo me di cuenta de una cuestión. Nosotros podíamos considerarnos como
meros recaudadores de estos paquetes, puesto que sólo ofrecíamos los medios
necesarios para que ese gran boquete pudiera ser tapado a base de kilos de
alimentos; pero no podíamos comportarnos con los merecedores de esta acción.
No. Los grandes merecedores eran las personas que, estando en sus casas, abrían
su despensa o se entretenían en ir a comprar ese kilo y depositarlo en el
inmenso agujero. Sí tiene su valor. Ellos tampoco podían tener ni el más
pequeño conocimiento a qué familia iba destinado ese paquete que llevaban en la
mano y lo entregaban en una urna. Admiro a esas personas.
Y
empezó las “12 horas Solidarias”. La sensación que tenía era de estar empezando
un gran día, de estar ante un acontecimiento que, al terminar, podíamos estar
orgullosos. Esa era mi sensación y mi presión. Además de disfrutar del día,
también quería tener esa responsabilidad. No tenía muchas oportunidades de
poder salir y comprobar cuál era el estado del “Inmenso Boquete”, mas las veces
que lo hacía, cada vez parecía más pequeño… y más pequeño. Hasta que a media
tarde, se convirtió en una pequeña caja de cerillas y mis compañeros tuvieron
que amontonar los alimentos al lado de la cajita. Esto me hacía tener más
energía cada vez que pasaban las horas. No sentía el cansancio; el ver cómo se
multiplicaba la cantidad de alimentos cada vez que podía salir, me hacía
también multiplicar mis ganas y fuerzas.
Y
terminó las “12 Horas Solidarias”. Me impresionó el sentimiento de empatía que
tuvieron los asistentes a nuestro acto. Sabían de la situación que estamos
viviendo y no dudaron en aportar lo que le pedimos. Aunque para nosotros, el
gesto de entregar un kilo de alimento no pueda tener un especial valor, seguro
que para la familia que lo recibe sí. Me impresionó mi cambio de percepción, de
“Un Gran Agujero” a “Una cajita de cerillas”. Cómo podía haber tenido ni
siquiera, la más mínima duda de que ese Gran Agujero se podía convertir en una
insignificante cajita. Eso sí, ya en mi casa recapacité que la única solución
al problema social que estamos viviendo, no es este. No es la caridad por la
caridad. Eso es así. Pero comprendo que existen miles de familias que necesitan
un ahora y un ya. Existen familias donde no pueden comprender otra forma de
subsistir ahora y necesitan esos alimentos ya. Sin embargo, me sentí
inmensamente bien, puesto que comprobé que no está todo perdido y que la
sociedad puede cambiar. Que somos conscientes de nuestro hábitat y que somos
capaces de mejorarlo.
Rubén
González.
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